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La tecnología,como cualquier otra circunstancia qué represente un cambio en nuestras prácticas de comunicación, siempre va a estar afectando nuestras pautas de interacción con otros y con nosotros mismos. En este momento es raro, tal vez, hacerse la pregunta sobre cuál fue el impacto del teléfono en las interacciones humanas pero si recordamos los periodos en los que no interactuamos aun a través de teléfonos y lo comparamos con nuestra experiencia actual podemos darnos cuenta cuánto ha cambiado nuestra forma de interacción. La tecnología en ese sentido presenta siempre nuevas circunstancias que cambian el contexto y las prácticas. Años atrás la interacción que tenemos a través de este espacio de aula se habría dado en una sala de clases y esto que escribimos habría sido algo así como un trabajo que escribíamos en una máquina en casa o en la misma clase en manuscrito. Ahora podemos estar de manera asíncrona,desde cualquier lugar, incluso podemos grabar lo que vamos “escribiendo” mientras dictamos al celular. Estás prácticas representan menos restricciones y más oportunidades qué antes, pero probablemente no representan un cambio esencial o muy profundo en el objetivo primario de la interacción qué consiste en reflexionar y en compartir nuestras reflexiones. Sin lugar a dudas se ve impactado el contexto y la experiencia de relación, dónde la cercanía de redefine y la calidad de la interacción es más bien racional que emocional. Sin lugar de palabras escritas en este chat pusiéramos audios o videos con nuestra respuesta la experiencia sería muy distinta Sí además esos videos se realizarán de manera conjunta en una reunión donde todos interactuamos dinámicamente la experiencia sería radicalmente distinta. Pero eso ya no tiene que ver con el impacto de la tecnología como habilitadora sino con el canal de interacción. Hace 50 años un canal similar habría sido un curso por correspondencia.
En internet, normalmente bajo cosas o sigo a alguien pensando en qué en algún momento lo podré leer, que podrá ser interesante más adelante, siempre en una lógica de tomar un recurso que pueda ser útil a futuro. También, pocas veces, opino; pero siempre más bien llevado por el impulso, en un acto impulsivo ocasional, lo que no significa que sean opiniones poco meditadas o poco trabajadas. No uso Facebook o Instagram o Twitter para hablar de lo que hago de lo que vivo y tampoco de lo que pienso no son ámbitos qué me sean cómodos o habituales para interactuar con otros. Quizás un ámbito que si me es más cómodo, un poco más habitual es Linkedin.
Creo que normalmente no mostramos O no comunicamos aquellas cosas qué censuramos de nosotros en un contexto y finalmente es público Cómo en cualquier reunión que podamos tener con otros ahí en esos espacios de internet se réplica esa conducta. Hay quienes tienen una especie de compulsión por compartir por decir, por informar y quiénes son más reservados, que prefieren espacios o relaciones más íntimas. Adicionalmente, hay periodos en que podemos ser más compulsivos como, por ejemplo, periodos de elecciones politicas. La expresividad en internet (como en la vida publica) se desarrolla entre polos: muy impulsivo o muy reprimido muy auto censurado o muy desinhibido. Probablemente la diferencia puede darse cuando alguien toma la decisión de interactuar desde una posición de anonimato; entonces, probablemente, cambia la forma de expresarse y de sentirse. En mi caso no tengo cuentas que me mantengan en el anonimato, que saquen “mis otros yo” a la vida pública.
